Maldivas, Pirineos, Maldivas - Julio y agosto 2021
Triste verano el de 2021, pero con final feliz. Muy feliz.
Tras más de un año sin poder viajar por la desgracia del coronavirus, por fin hemos podido retomar lo que más nos gusta. Los destinos para este verano tenían que combinar algún destino nacional, por si la situación covid se descontrolaba (Alquézar y Pirineos), con otro algo más exótico en el que no hubiera muchas pegas burocráticas (Maldivas).
El país del Ìndico, con casi dos mil islas, era una gran oportunidad por diversos motivos: vuelo directo desde España a un precio razonable, alojamientos con precios bastante rebajados, temporada de mantas raya en la isla de Dharavandhoo y una una simple PCR negativa para entrar en el páis.
Tras el vuelo medio vacío de once horas a la capital Malé, cogimos otro vuelo a Dharavandhoo. Lo que más nos llamó la atención al llegar tiene poco que ver con el país, y es que los turistas rusos (casi todos los que nos encontramos en el aeropuerto) pasaban olímpicamente de la mascarilla. La llevaban mal puesta o directamente no se la ponían. Ni tan siquiera en el vuelo interno. La mala educación de los turistas rusos con los que alguna que otra vez nos hemos topado es de juzgado de guardia.
Tras llegar a la isla, nos instalamos y comenzamos a disfrutar de esa arena tan blanca a la que es imposible mirar sin gafas de sol. Las playas de Dharavandhoo son preciosas, aunque prefiero los increibles "decorados" de piedra de Sheychelles. Además, en estas últimas no había un problema tan eviente con el plástico. Pero lo que sí tiene Dharavandhoo son mantas, y muchas en la bahía de Hanifaru. La experiencia fue espectacular; al nivel de las ballenas jorobadas de Tonga. De hecho, yo repetí dos días. Incluso lo habría hecho un tercero a no ser por el infortunio que íbamos a sufrir al día siguiente. Tras ver un banco de arena espectacular y hacer un snorkel muy chulo, Marta sufrió un brote de Chorn. El "dragón" se despertó y de que manera. En menos de venticuatro horas tuve que llevarla en avión al hospital ADK. Ocho días estuvo la pobre ingresada teniendo que volvernos a España con algún día de antelación. Prefiero ahorrarme los detalles de esos ocho terribles y tortuosos días. Tan solo deciros que gracias a la buena labor de los sanitarios el brote se pudo cotrolar y, una vez en Madrid, Marta empezó a encontrarse cada día un poco mejor. Aún debe hacerse pruebas e ir al especialista, pero su mejoría ha sido tal que pudimos continuar con la segunda etapa del viaje: Pirineos. Antes de terminar con esta primera parte, insistir en la importancia de contratar un buen seguro de viajes. En nuestro caso IATI se ha hecho cargo de todos los gatos, que han ascendido a varios miles de euros. Eso sí, me ha tocado a mí gestionar mil y una cosas entre el seguro, el hospital e Iberia.
Antes de pasar al segundo destino, os dejo algunas fotos en Dharavandhoo.
Como ya os he comentado antes, la paulatina mejoría de Marta ha permitido que pudiéramos viajar al Pirineo catalán y a Ordesa. Pero antes de llegar tan al norte, paramos tres días en la bonita Alquézar (Huesca), sin lugar a dudas, unos de los pueblos más bonitos de España. Allí hicimos la ruta de las pasarelas, que nos recordó mucho al Caminito del Rey en Málaga. Aquí os dejo algunas fotos de la ciudad oscense.
Tras Alquézar, nuestra primera vez en el Pirineo Catalán. Tanto el valle de Boí como el valle de Arán son preciosos y, aunque similares, presentan también diferencias que nos han llamado la atención. Nos ha dado la sensación de que el valle de Boí tiene un turismo menos masivo y todo estaba mejor organizado para el senderista. El nivel de civismo es tal que la "gran" molestia de los locales es la caca de los perros en el campo. Además, mientras hacíamos una ruta, unos padres les decía a sus hijas que en el campo ni se grita ni se habla alto. Esto último lo hemos presenciado varias veces. Y lo mejor de todo, ni una sola "banderita" en los senderos. Mención especial merece el Parque Nacional de Aigüestortes. ¡¡Maravilloso!!
Otra diferencia muy curiosa, y que desconocíamos, es que el valle de Arán es en Cataluña lo que Cataluña es en el resto de España. Es decir, recelan del gobierno autonómico afirmando que ningunea su cultura y su idioma (el aranés). Por este motivo, no se ven ni esteladas ni lazos amarillos. Según leímos, consiguieron en 2015 que Catalula les reconociera el derecho a decidir, pero nunca se ha convocado un referendum. ¿No es irónico?. También consiguieron las competencias en sanidad y poco más. La independencia no va con ellos por motivos prácticos, ya que la mayor parte del turismo les viene de la península y de Francia. De hecho, el valle de Arán está bastante lejos de las capitales catalanas, incluida Lleida. Por cierto, mientras hacíamos senderismo en esta zona sí que hemos encontrado "banderitas" y gente más ruidosa.
Finalmente, además de los paisajes, de estos dos valles también debo destacar el conjunto de iglesias románicas. Todas son preciosas y tienen algo especial, aunque sin lugar a dudas la joya es San Clemente de Tahüll.
Y tras el Pirineo catalán, nos dirigimos al Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido (Huesca) para hacer una ruta alternativa hasta la Cola de Caballo. 21 km con un desnivel de 690 m en los primeros 2 km. Os podéis imaginar la subida, aunque tras el zig-zag empinado todo llano y con unas vistas inolvidables. Lamentablemente, aquí hemos encontrado "banderitas" durante toda la ruta y gente bastante ruidosa.
Antes de comenzar con el tercer y último destino de este verano, os dejo algunas fotos de los Pirineos. Las que hay justo debajo son del valle de Boí.
Durro
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